miércoles, 4 de mayo de 2011

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El anuncio hecho por Obama respecto de la muerte de Osama bin Laden por parte de fuerzas  militares estadounidenses en Abbottabad  ha dado lugar a una serie de análisis de corte exitista que establecen la necesidad y oportunidad de salir prontamente de Afganistán y así no prolongar la presencia militar, como lo fue en el caso de Irak después de la muerte de Hussein.

Esta noción de éxito -presentada por motivos electorales internos por parte importante del Partido Demócrata y asumida como tal por la sociedad norteamericana, según las encuestas realizadas- no es consecuente con el objetivo original de la intervención, la que señalaba que la lucha internacional en contra del islamismo radical buscaba la minimización del riesgo en materia de seguridad sobre los intereses, principalmente, occidentales.

De esta manera, entender que la mal llamada "guerra contra el terrorismo" tiene un punto de inflexión en la muerte de Osama bin Laden es desconocer el potencial del islamismo radical como factor de real amenaza a la seguridad occidental.

El islamismo radical es una ideología violenta, opresiva y autoritaria que se construye sobre elementos y factores que son extraídos del Islam con el objetivo de conseguir el poder político absoluto, aspirando a adoptar la forma de un califato dictatorial, y llegando incluso -en el caso de algunos de sus seguidores- a pensar en uno de tipo global, a través de la destrucción de sociedades consideradas como infieles y apóstatas.

Por esta razón, entiendo que es un error analizar la "guerra contra el terrorismo" en función del "asesinato" de Bin Laden, ya que la figura del saudí es relevante sólo para occidente -por todo lo que proyecta- y no para los islamistas radicales, quienes no encuentran en él su inspiración para actuar, sino que lo hacen en una versión tergiversada del Corán.

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